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LA PANDEMIA Y LOS EMPRENDIMIENTOS

Muchos no se quedaron pasivos, lamentando, viendo televisión y esperando rescate (cheque) de parte del gobierno. Durante la pandemia un 30 por ciento de los adultos se convirtieron en emprendedores; el dinero escaseaba con el desempleo o el subempleo y para muchos la solución era “poner un mini negocio”.  Donde más incursionaron fue en el área de comida—queques, pasteles, pupusas orgánicas, arepas, hamburguesas, pizza, helados caseros, ceviches, galletas, hot dog, casados, pollo frito y muchos más.  Mucha de la comida se preparaba en las cocinas de las casas usando los mismos ingredientes que consumía la familia; nada industrial y todo muy gustoso. 

Además, se abrieron restaurantes en algunas casas; recientemente tuve la oportunidad de almorzar en uno de esos establecimientos que ofrece a los comensales dos mesas pequeñas en un lado de la cocina.  La comida viene caliente, hecha en frente de los ojos y sabrosa.  Algunos abrieron bar en su casa y hay un rumor de un ambicioso que puso discoteca en la sala que a veces fue amenizada por música en vivo. 

Hay algunos casos que han sido tan exitosos que los emprendedores no regresaron a su empleo al finalizar la pandemia.  Siguieron con su producción y en estos casos ya ocupan un inmueble fuera de su vivienda donde siguen ofreciendo sus comidas.  Hay un lugar de tres metros cuadrados en un parqueo que vende 800 pupusas diarias entre semana.

En segundo lugar, después de la comida hubo emprendimientos de confección de artículos de vestuario y de uso domiciliario – baberos, blusas, pijamas, shorts, camisetas, vestidos de mujer y hombre, ropa intima de mujer, pantalones, medias, servilletas bordadas, sábanas, gorras, pantuflas y muchos más.   Mucho tenía que ser por orden especial para producir las tallas de los clientes. En esta área en muchos casos ya había alguna capacidad de producción instalada antes de la pandemia y solo era expandirla.  Pero en otros comenzaron desde “cero.” 

Entre los productores de comida y de ropa a veces se vendía por trueque.  Por ejemplo, una media docena de hamburguesas por una blusa de mujer, o dos pantalones de hombre por seis casados.   Igual con los de la tercera actividad de importancia que es la asesoría o tutoría.  Durante la pandemia se ofrecieron clases de inglés, de cómputo, tutorías a los niños que sufrían con las ofertas virtuales del Ministerio de Educación, asesoría en contabilidad, en preparación de alimentos, en primeros auxilios, en belleza entre otros.  Estos muchas veces se vendían en cambio de comida o ropa. 

Había clases de yoga, de francés, de gimnasio, de taekwondo, de pintura, de pastelería, de ajedrez, de back gamón, y de muchos más. 

Con el regreso a la normalidad mucha de esta actividad desapareció.  Pero a más de uno le ha quedado una inquietud.  Se sentían exhilarantes con sus negocios, vendiendo sus productos y disfrutando de la sensación de recibir dinero directamente por algo que haya creado.  Puede ser que regresaran a su empleo de siempre pero ya con un sueño de independizarse. 

Carlos Denton.

cdenton@cidgallup.com