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HAY QUE HUMANIZAR A LAS ESTADÍSTICAS

En estos días se divulgó la información que 40 por ciento de los cursos vocacionales ofrecidos por el Ministerio de Educación Pública MEP no tenía salida en el mercado laboral del país.  Muchos de los que vieron o escucharon esa noticia ni lo registraron – por sí las malas noticias de ese ministerio son comunes.  Otros pensaron “bueno la mayoría sí tienen salida para los jóvenes.”  Muy pocos pensaron, al ver esta noticia en un número limpio y sano, “¡qué desastre!” 

Ese número representa miles de jóvenes que perdieron horas y días de sus vidas estudiando algo que es inútil en el contexto “vocacional.” Son vidas humanas siendo mal dirigidas por el sistema.   Los estudios vocacionales se diseñaron precisamente para dar una salida a los que no manifiestan interés en el mundo académico o la universidad, algo que les da oportunidad de participar en la sociedad con un empleo y una vida útil.  También representa el número un grupo importante de docentes que están siendo pagados del erario para realizar lo que es casi un embuste.

Durante la pandemia se reportó que la pobreza extrema aumentó del 22 al 30 por ciento de la población.  Estas son personas que viven en estructuras con pisos de tierra, con falta de agua potable y sobre todo sin comida adecuada.  La persona típica que recibe estos datos pudiera pensar “bueno un 70 por ciento está bien.”  O “pudiera haber sido más los que cayeron en esta pandemia.”  Pero de nuevo se pierde en los números los seres humanos viviendo muy mal, levantándose en la mañana y sin sostén saliendo a buscar ayuda. Un ocho por ciento representa 400 mil personas MÁS sin comida durante la pandemia. 

El número o estadística se convierte en escondite para la mente del ciudadano.  Ve un número y no ve a la miseria y la tristeza de tan grande grupo de humanos.

Y así funciona con los muertos por homicidios.   En 2021 murieron 11 personas de cada 100 mil de habitantes, asesinadas por otros seres humanos.  El que ve o escucha esta noticia piensa “bueno es muy poca gente, Gracias a Dios.”  O más común “esos son maleantes peleando entre sí.” Pero en una democracia se supone que no somos un colectivo y que cada vida cuenta para algo, delincuente o ciudadano honesto.  Cada uno de los muertos fue un ser humano con familia, con intereses, aunque en algunos casos mal puestos.

Un principio de la democracia es que, aunque la mayoría siempre prevalece, hay que proteger los derechos de las minorías.  Ejemplos son el porcentaje de asegurados de la CAJA que no consigue cita con especialista por años y quizás muere, los pasajeros de transporte público que pasan horas tratando de moverse de un lado a otro en un sistema anticuado, inoperativo y defendido por los ministros de Transporte.

Ahora en las encuestas más del 30 por ciento dice que “a mi no me importa el sistema de gobierno que tenemos mientras que tengo techo y de comer” ¿Preocupante?

Carlos Denton, cdenton@cidgallup.com